Los ataques de
pánico se describen por ser una condición de alteración psicofisiológica a
quien las vive, a partir de la falta de control física y mental propiciado por
altos niveles de ansiedad. Un dato importante de la Organización Mundial de la
Salud describe que en el 2019, 301 millones de personas sufrían de ansiedad,
incluyendo niños y adolescentes (58 millones). Los trastornos de ansiedad se
definen por miedo y preocupación exacerbados y por trastornos ligados al
comportamiento. Los síntomas son lo suficientemente graves como para provocar
problemas funcionales físicos y sociales.
Existen varios
diferentes tipos de ansiedad, por mencionar algunos el trastorno de ansiedad
generalizada es caracterizado por una preocupación excesiva, otra se describe
por tener ataques de pánico, uno más que conlleva miedo y preocupación excesivos en situaciones
sociales que pondera a no socializar o al aislamiento, también el trastorno de
ansiedad de separación, que es el miedo excesivo o la ansiedad ante la
separación de aquellos individuos con quienes la persona tiene un vínculo
emocional profundo, como son las relaciones codependientes, perdidas por muerte
y abandono, etc. (Secretaria de Salud, 2022)
Los ataques de
pánico específicamente se definen por manifestar una sensación de perder el
control, incluso cuando no hay un peligro
verdadero, en ocasiones las personas que lo vivencian experimentan
sensaciones como pérdida de control, temblores físicos, hormigueo en
extremidades, latidos rápidos como simulando un ataque al corazón. Cabe
mencionar que los ataques de pánico pueden ocurrir en cualquier momento de la
vida muchas personas con este trastorno se preocupan por la posibilidad de
tener otro ataque y podrían hacer cambios considerables en sus vidas para
evitarlo, convirtiéndose en pensamientos irracionales o desencadenando fobias.
Por otro lado lo
que puede llevar a vivenciar los ataques
de pánico podría ser de índole hereditario,
pero otros investigadores mencionan que
también es debido a cambios biológicos que se generan a nivel cerebral y
ciertos procesos que pueden propiciar a la ansiedad. Los investigadores también
consideran estudiar otras formas en que el estrés se manifiesta y los factores
contextuales como las violencias.
Los fármacos de
prescripción que se utilizan para tratar la ansiedad como son ansiolíticos, sedantes
o somníferos sin un control médico pueden causar dependencia. Estos fármacos
son: benzodiacepinas (como diazepam y lorazepam), barbitúricos, zolpidem,
eszopiclone y otros. Se utiliza para diferentes diagnósticos y cada uno tiene
un potencial de dependencia. Las personas que no desean abandonar el
medicamento incluso con orden médica se consideran dependientes.
Específicamente
la interrupción en la toma del medicamento después de haberlo consumido durante
un tiempo prolongado causa ansiedad, irritabilidad y problemas de insomnio. Si
la persona se hace dependiente a un medicamento, debe deshabituarse mediante la
reducción progresiva de la dosis.
Es importante
saber que existe relación entre depresión, ansiedad y conducta adictiva: un
sujeto depresivo o ansioso puede recurrir al consumo de sustancias como medio
alternativo. También es posible que los adictos a sustancias padezcan depresión
o ansiedad como enfermedad asociada.
En
México, los trastornos más comunes son depresión, ansiedad, déficit de
atención, esquizofrenia y trastorno bipolar; sin embargo, las adicciones
también van en aumento, actualmente 3 millones de personas son adictas al
alcohol, 400 mil a sustancias psicoactivas y 15 millones al tabaco. De acuerdo
con las estadísticas, sólo una de cada cinco personas recibirá tratamiento y
deberá visitar cinco médicos antes de recibir atención profesional” explicó en
una entrevista publicada en la Gaceta de la Facultad de Medicina la doctora
Guadalupe Ponciano Rodríguez, académica del Departamento de Salud Pública de la
misma Facultad.
Sin duda alguna,
tanto la pandemia por COVID-19, como las medidas de confinamiento han
propiciado las consecuencias en la salud mental de las personas, afectando las
actividades cotidianas, desde las dinámicas familiares, escolares y sociales.
En este sentido coadyuvó a los patrones de consumo de alcohol, tabaco, drogas
médicas y drogas ilegales en los últimos 12 meses y anteriores.
Las nuevas
realidades de comunicación a distancia por cuestiones laborales, el desempleo
temporal, en el caso de las y los niños las clases a distancia y la falta de
contacto físico con familiares, amigos y colegas requieren tiempo para asumir
la nueva realidad. Adaptarnos a estos cambios en los hábitos de vida y
enfrentarnos a nuevas dinámicas por el COVID-19 puede resultar especialmente
duro para las personas con trastornos de salud mental con ansiedad y personas
codependientes por medicamentos y con adicciones
Además de
existir factores de riesgo por codependencia de medicamentos y otras sustancias
por ansiedad es importante tomar en cuenta acciones preventivas que pueden
ayudar en un proceso terapéutico o de recuperación. Por mencionar algunas
acciones:
·
Tener una alimentación saludable puede generar
una sensación de bienestar dado que algunas personas pueden manifestar sabores
desagradables a determinados alimentos, las cuales pueden desencadenar
irritabilidad o ansiedad.
·
Evitar el consumo de alcohol y drogas: A medida
que el organismo procesa el alcohol o drogas puedes llegar a sentirte irritable
y ansioso, además estos pueden alterar el sueño.
·
El deporte disminuye los síntomas de la ansiedad
al producir endorfinas, mejorar la circulación sanguínea, la capacidad
cardiovascular, la concentración y generar una sensación de bienestar.
·
Procurar
no consumir bebidas con cafeína o energizantes ya que podrías sentirte tenso y
nervioso, además de alterar el ciclo de sueño.
·
Realizar actividades de ocio o de
entretenimiento sano como son cursos de idiomas, pintura, música, artesanías,
cocina, te ayudarán a aliviar el estrés y distraerte. Además podrás conocer más
personas con tus mismos intereses.
Cabe mencionar
que a pesar de que algunos fármacos causan dependencia es importante la
responsabilidad del paciente y por otro lado de las instituciones responsables.
La farmacovigilancia es importante en la actualidad para evitar la
comercialización de medicamentos y sus efectos y cabe recordar que en México
existe una ley que regula de manera constante a laboratorios que tienen la
obligación de informar y garantizar la seguridad de los medicamentos.
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